Leer nos enriquece la vida. Con el libro volamos a otra épocas y a otros paisajes; aprendemos el mundo, vivimos la pasión o la melancolía. La palabra fomenta nuestra imaginación: leyendo inventamos lo que no vemos, nos hacemos creadores.
Ahora nos gritan que vale más la imagen y con la televisión- la primera escuela- se inculca a los niños, antes de que hablen, los dos desafueros del sistema: la violencia y el consumo.
Con esas cadenas el poder político y económico nos educan para ciudadanos pasivos, sin imaginación porque siempre es peligrosa para los poderes establecidos. Y ante esas imágenes carecemos de voz: no tenemos medios para televisar contrariamente mensajes de tolerancia y sensatez (quizás ahora, con Internet...).
Hace cinco siglos la imprenta nos libró de la ignorancia llevando a todos el saber y las ideas. El alfabeto fomentó el pensamiento libre y la imaginación: por eso ahora nos quieren analfabetos. Frente a las imágenes impuestas necesitamos más que nunca el ejercicio de la palabra, siempre a nuestro alcance. El libro, que enseña y conmueve, es además ahora el mensajero de nuestra voz y la defensa para pensar con libertad. (JOSE LUIS SAN PEDRO)
En la literatura, lo único inapelable y duraderamente instructivo es el deleite mismo. Algo que hace disfrutar ya está enseñando algo, y algo infinitamente difícil y precioso, lo más básico para vivir cuerdamente: está enseñando a pasarlo bien con lo que uno hace.(FERNANDO SAVATER)
Los derechos del lector:
- El derecho a no leer. La libertad de escribir no debe ir acompañada del deber de leer. Se evitará considerar a priori a cualquier individuo que no lee, un bruto potencial o un cretino contumaz.
- El derecho a saltarse las páginas. Uno puede saltarse perfectamente los párrafos, páginas o partes de un libro que no le interesan.
- El derecho a no terminar un libro. Hay 36.000 motivos para abandonar una novela antes del final: la historia no interesa, sensación de haberla leído antes, no gusta el tema...¿Un libro se nos cae de la mano? Que se nos caiga.
- El derecho a releer. Se puede releer simplemente por el placer de la repetición, la alegría del reencuentro.
- El derecho a leer cualquier cosa. Se puede leer malas novelas. A cierta edad pueden estimular el saludable vicio de la lectura.
- El derecho al bovarismo (enfermedad de transmisión textual). La satisfacción inmediata y exclusiva de las sensaciones. No porque una joven colecciones novelas rosas acabará tragándose un cuchara de arsénico.
- El derecho a leer en cualquier lugar. Un ejemplo vale más que mil palabras: el soldado Fulano se presenta voluntario para limpiar letrinas. Es un trabajo despreciable pero rápido. Un cuarto de hora de bayeta le permite leer las obras completas de Gógol.
- El derecho a hojear. Coger cualquier volumen de la biblioteca y hojearlo. Se puede abrir Proust, Shakespeare o Chandler por cualquier parte; seguro que proporciona cinco minutos interesantes.
- El derecho a leer en voz alta. Leer en voz alta para uno mismo o para los otros es un ejercicio estimulante.
- El derecho a callarnos. Absoluto derecho a no opinar sobre lo que se ha leído.
DANIEL PENNAC
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